Historia de la Mascarada Tradicional Costarricense
- Categoría:
- Expresiones artísticas-culturales tradicionales
Contacto
- Teléfono de trabajo:
- SD
- Ubicación:
- San José, Escazú
- Lugar donde se realiza:
- La tradición de las mascaradas destacan ciertos cantones y provincias: entre ellos Escazú, Aserrí, Cartago, Barva de Heredia, Alajuelita y León Cortés.
Descripción
Historia de la Mascarada Tradicional Costarricense
Antecedentes Prehispánicos
Las máscaras siempre han tenido un papel importante en la cultura y las tradiciones costarricenses. Si nos remontamos al periodo prehispánico ya los pueblos aborígenes elaboraban y utilizaban máscaras con diversos propósitos. Ellos las confeccionaban con materiales como arcilla, madera, ramas y hojas, piedra volcánica, barro, oro, plata, cerámica y jadeíta. Una vez listas las coloreaban y decoraban con pigmentos naturales. Estas máscaras se hacían con rasgos animales y grotescos; cuernos, grandes colmillos, deformaciones, facciones de felinos, venados, murciélagos, serpientes, ranas, lagartijas, monos, aves y otros, propios de su medio natural y significativas de su cultura.
El primer uso era durante los ritos fúnebres, aquí se podían emplear de dos maneras; la primera de ellas cuando quien dirigiera el culto mortuorio la usase para cumplir un roll de importancia, para así adquirir un poder superior y poder guiar al fallecido hacia el otro mundo. La segunda función le es otorgada al difunto; la máscara era amarrada a su rostro con el fin de identificar su roll dentro de la tribu y como culto hacia algún dios. Los chamanes y caciques hacían uso especial de las máscaras como parte de sus ritos, éstas les otorgaban la fuerza generadora de la naturaleza ya que quien la portara se consideraba cambiado en el personaje que encarna.
Giselle Chang (2007) dice: “La máscara tradicional – expresión del arte popular – se caracteriza por su ubicación en un contexto festivo del rito danza-ceremonia la motivación mágico-religiosa o de revitalizar la memoria histórica y la participación de la comunidad alrededor de los portadores de la máscara.”
Este aspecto se mantiene en la actualidad con las mascaradas a un nivel más de ocultismo y poder, los enmascarados pueden bailar, correr, golpear con lo chilillos, beber y ser admirados por el resto del pueblo, al tener sus rostros ocultos podían hacer lo que quisieran sin ser identificados.
Las máscaras también tenían otro uso en las ocasiones festivas, donde se realizaban cantos y danzas. Los portadores adquirían un carácter sagrado, poderoso, el resto de asistentes a la ceremonia debían tratar con respeto a estas personas. La más famosa y que se ha logrado preservar hasta la fecha, no sin algunos cambios, es el Juego de los Diablitos, de la comunidad Boruca. La actividad tiene cabida entre el 31 de diciembre y el 2 de enero de cada año, en donde los participantes se disfrazan para la celebración e interpretan danzas, cantos, teatro, artesanía y, posterior a la conquista, una “burla” a los fuertes pero torpes españoles (representados a través de la figura del toro) contra los ágiles y astutos aborígenes. Este uso es el más importante, el que siembra las bases de las mascaradas actuales y que, luego de la conquista española, empezó a transformarse y mezclar culturas, técnicas y materiales hasta llegar a lo que conocemos hoy en día.
“La fiesta transcurre durante tres días. En un principio, el toro lleva la ventaja sobre los Diablitos, pero al final, la victoria es de estos, quienes sacrifican al invasor y distribuyen sus partes (originalmente se refería a las fálicas, pero en los últimos años, esto se disimula), lo que se podría vincular e interpretar con antiguos ritos a la fecundidad, al proveerse de alimento para continuar la procreación, en un mundo mestizo. Los indígenas la llaman “fiesta” o “juego” y de hecho en ella se reúnen diversos elementos festivos: teatro, danza, juego, artesanía, comida y bebida, relato, canto e instrumentos musicales, máscara y disfraz.” (Chang, 2007:26)
Primeras Mascaradas Costarricenses
La primera mascarada como tal nace en Cartago durante las celebraciones en honor a la Virgen de los Ángeles, Patrona de Costa Rica, el 2 de agosto de 1824. Rafael “Lito” Valerín era un artesano de la zona, quien desarrolló a la primera “Giganta”: máscara sobre un armazón de madera para darle la sensación de gran tamaño.
““Lito” Valerín, nacido en 1824, trabajaba desde tiempos en la talla de jícaros para hacer marionetas, instrumentos musicales como guitarras, violines, bandolinas, marimbas y, también, arreglaba sombreros. Él tocaba todos los instrumentos a oído. Don Lito era devoto a la Virgen de los Ángeles y colaboraba en los quehaceres de la Iglesia. Un día, en el templo católico, encontró un baúl, en donde había unas máscaras de cabezas de origen español. Por temor a ser visto, cerró dicho objeto. Sin embargo, en una esquina del lugar en la que se encontraba, vio otra de esas cabezas e interpretó esto como un mensaje de la Virgen. Con esa cabeza hizo un cuerpo con un armazón de madera y “así confeccionó una “Giganta”.” (Avelino Martínez y Guillermo Martínez, 2007:63)
Luego de eso combinó su técnica para elaborar máscaras a base de papel desechable, engrudo y cedazo, con la tradición de los “Mantudos”: personas que se envolvían en mantas de colores con agujeros para los ojos y nariz. Rafael confeccionó de este modo varias máscaras y gigantas que eran utilizados en las festividades religiosas de la zona. “Estos payasos contribuyeron a dar un carácter lúdico a las fiestas en honor a la Virgen de los Ángeles y, posteriormente, estos mantudos fueron apropiados por los habitantes de otras localidades de la región y pasaron a ser un atractivo en las festividades patronales de distintos poblados del Valle Central, donde el arte de elaborar mascaradas ha sido conservado en pocas localidades, donde hay personas, que aunque en la mayoría de los casos tienen otros oficios, son reconocidos por su habilidad en la confección de mascaradas o de payasos como se les llama comúnmente.” (Chang, 2007:44)
Su hijo, Jesús Valerín, preservó la tradición y dedicó su vida a la fabricación profesional de mascaradas, modeladas con arcilla, papel, yeso y alambre. Avelino y Guillermo Martínez (2007) explican que “A partir de 1910, con el terremoto de Cartago, desaparecieron las mascaradas. En 1912, para levantar los ánimos a raíz de dicho fenómeno, Jesús Valerín organizó el primer carnaval en Cartago con todas las máscaras que poseía. Luego, con esa mascarada se hicieron las fiestas agostinas en la plaza de la Basílica y en la iglesia en el barrio Asís de Cartago.” En su vejez y como acto de preservación de las mascaradas, Jesús Valerín les vendió los moldes a los hermanos Pedro y Manuel Freer, quienes conservaron la tradición y la llevaron por primera vez a las fiestas de San José, en Zapote. De ahí surgen otros artesanos que se dedican al arte de la confección de mascaradas y las llevan a diversas zonas del país.
Continuando el sentido de burla heredado de los aborígenes, las primeras mascaradas buscaban representar a figuras de autoridad en un plano humillante y pintoresco; la mujer española encopetada y acaudalada, el diablo (también llamado Cuijén o Pisuicas), la muerte (Ñata, Ñatica o Calaca), el policía y el campesino. Los locales encontraban divertido ver a estas figuras de poder corriendo y bailando por las calles, con sus cabezas enormes y vestidos de mantas. Esas cinco figuras destacan como los "Mantudos" más tradicionales, pero poco a poco se fueron creando otras máscaras que representaban tanto a personajes destacados del pueblo (el obispo, el borracho, la cocinera), como a leyendas o tradiciones costarricenses: la Segua, el Cadejo, el Padre sin Cabeza, la Llorona, la Tulevieja, la Mica, entre otros. En la actualidad, algunos mascareros realizan sus obras inspiradas en personas reconocidas a nivel nacional o internacional (deportistas, presidentes, periodistas, etc.) y en personajes de la cultura popular; músicos, dibujos animados, personajes de series o películas, por nombrar unos ejemplos. Sin embargo, muchos artesanos no están de acuerdo con esto, ya que dicen que las figuras populares carecen del sentido de tradición y pertenencia autóctona del tico.
Cantones y artesanos mascareros
Al expandirse la tradición de las mascaradas destacan ciertos cantones y artesanos. Por ejemplo en Escazú destaca el nombre de Santiago Bustamante Guerrero, creador de la primera máscara del cantón, Pedro Arias, el llamado “maestro de los mascareros nacionales” por organizar mascaradas en diferentes comunidades para transmitir su arte y difundir la tradición. Su hijo Armando Arias y sus nietos Pedro Arias Madrigal y Gerardo Arias Montoya heredaron el oficio de don Pedro Arias, que junto a Marvin Chamorro, Raúl Fuentes y Enrique Barboza conforman a los mascareros más destacados de esa zona. Aserrí se convierte en otro cantón importante, en donde destaca el Encuentro Nacional de Mascaradas, oficiado el día Nacional de la Mascarada Tradicional Costarricense (31 de Octubre). En este pueblo William Fallas, Jorge Corrales, Alonso Murillo y Francisco Murillo sobresalen por su oficio. El último de ellos es reconocido a nivel internacional por su constante lucha para preservar la tradición cultural y la esencia de la mascarada. En Cartago es donde nace la mascarada, a los nombres que conforman la historia de esta tradición podemos sumar a Guillermo Martínez, Premio Nacional de Cultura Tradicional 2008. En Barva de Heredia los mascareros más importantes son Francisco Montero, Luis Fernando "Bombi" Vargas, Miguel Moreira, Damaris González y Carlos Salas, el primer mascarero de la zona. Otros puntos relevantes donde la tradición mascarera ha tenido impacto son San Antonio de Desamparados y Alajuelita.
Bibliografía
Chang-Vargas, Giselle. (2007). Máscaras, Mascaradas y Mascareros. Imprenta Nacional, San José, Costa Rica.
Jiménez-Chanto, Mauricio. (2016). Identidad Visual de la Feria Nacional de la Mascarada en Barva de Heredia. Proyecto de Graduación para Bachillerato. Universidad Creativa.
Fotografías
1. Adriana Ovares.
2. Victor Quirós.
3, 4. Luis Fernando "Bombi" Vargas.
5. Adrián Galeano.
6, 7. Mauricio Jiménez Chanto
8. Miguel León.
Archivos adjuntos
Autor de la ficha: Mauricio Jiménez Chanto
Autoría: Red Editores Sicultura