A sus doce años su madre le lleva a sus primeras lecciones de dibujo en el estudio de su vecino, Ricardo Ávila (Actual Premio Costarricense Nacional de Pintura Aquileo Echeverría), se ve inquieto por el colorido de la obra de Ávila y un año después confiado en el talento dentro de su familia, y una sensibilidad particular sobre el color comienza sus primeros pasos con color tomando frascos de tempera y vaciándolos sobre hojas bond colocadas en el suelo de su habitación.

El objetivo: conocer el comportamiento de los pigmentos al mezclarlos, este hecho llamó la atención de su padre quien lo llevo con su primo Fabio M. Rojas (pintor de oficio) dando inicio a sus primeros trazos sobre lienzo.

Sus primeras obras seguían una línea muy naturalista, por esta razón sus motivos fueron aves, ranas, jaguares y hasta el mismo bosque tropical costarricense con su riqueza de colores y brillo. Poco a poco se interesó en resaltar la belleza en lo figurativo y se toma la rosa con su amplia variedad de colores como un reto.

Conseguir representar los pétalos de una rosa, las sombras que proyecta sobre sus propios pétalos y las luces que brillan en su interior se convertirían en un reto para el artista y un homenaje a la mujer.